Educar sin recurrir a las amenazas.
Educar puede ser una tarea muy complicada y a veces no tenemos estrategias para lograr que los niños nos hagan caso. A menudo recurrimos a las amenazas con esta finalidad ¿Pero, realmente funciona educar con amenazas? Aparentemente la amenaza funciona, pero con el tiempo suele perder su función y se convierte en un recurso que nos desgasta y desfavorece la disciplina.
Las amenazas en la educación.
Las amenazas son un recurso muy común cuando educamos a un niño, seguramente en más de una ocasión hemos hecho uso de las mismas, por ejemplo:
- Si no recoges tus juguetes, los tiro a la basura.
- O te sientas bien en la mesa o te vas a la cama sin cenar.
- Cómo sigas pegando a tu hermano/a no irás al cumpleaños de tu amigo.
- Si sigues gritando no iremos al parque esta tarde.
Utilizamos las amenazas cuando estamos agotados y no tenemos otros recursos para conducir la conducta de los niños. Las amenazas nos pueden parecer un recurso efectivo, creemos que el temor a perder algo que les gusta hará que reaccionen y lleven a cabo la conducta deseada.
¿Qué ocurre cuando usamos las amenazas para educar?
Aunque aparentemente las amenazas pueden parecer una buena idea y una solución para las malas conductas de los más pequeños, realmente no suelen ser efectivas y tienen consecuencias negativas que debemos conocer.
Las amenazas no son efectivas
- Normalmente cuando amenazamos no creemos que tengamos que cumplir con lo que decimos, y ni siquiera queremos cumplir con ello. Hemos organizado para ir al cumpleaños del amigo del niño, vamos a ir al parque, no vamos a tirar los juguetes a la basura, ni tampoco vamos a dejar al niño sin cenar. En la mayoría de los casos no vamos a cumplir con nuestras amenazas, no queremos llegar a esos extremos, queremos que el niño reaccione.
- La amenaza aparece como recurso cuando estamos cansados y enfadados, queremos resultados rápidos y la educación es un camino que ha de recorrerse día a día en el que normalmente los atajos no funcionan.
- El niño es consciente de que no vamos a cumplir las amenazas y por eso no son efectivas. El niño reta las amenazas porque sabe que no vamos a cumplir con ellas, puede llevarnos al límite para medir nuestros actos y esto solo hace que perdamos los nervios, gritemos y nos desgastemos.
- Las amenazas van en contra de los principios de la disciplina positiva. Y al recurrir a ellas perdemos disciplina y perdemos las bases de la crianza afectiva y respetuosa.
Pero, y si las amenazas son efectivas
- Cuando recurrimos a la amenaza y no queremos perder autoridad podemos vernos obligados a cumplir con la amenaza y se convierte en un castigo desproporcionado.
- Este es el único caso en el que la amenaza se convierte en un recurso efectivo, pero en este caso estamos educando desde la autoridad, desde el miedo.
¿Por qué no debemos usar las amenazas?
Las amenazas son un recurso que como hemos visto no es efectivo, ¿por qué no debemos usar las amenazas?
- Crea un clima de tensión, que afecta a la vida familiar y a las relaciones entre los miembros.
- Las amenazas crean un ambiente de inseguridad y de falta de confianza que afecta a todos los miembros de la familia.
- El niño hace caso, si lo llega a hacer, por miedo a la represalia, pero ni entiende ni interioriza la conducta adecuada.
- El recurso de las amenazas es un recurso con cierta violencia.
¿Qué podemos hacer para educar sin amenazas?
- Emplea modelos y estrategias basados en la disciplina positiva, modelos que aboguen por la crianza afectiva y respetuosa.
- La educación es un proceso largo, un camino que no tiene recursos rápidos. Se trata de un trabajo del día a día, recordando las normas cada día, animando al niño a cumplirlas, anticipando unas consecuencias (que nos serán amenazas), por ejemplo, si el niño no recoge los juguetes, no los recogerá nadie por él (lo hacemos así pero no le amenazamos).
- Educamos desde la calma, sin tensiones, ya que es la mejor manera de hacer entender y comprender al niño.